La posibilidad de una intervención militar de la CEDEAO en Níger divide a los países del continente y a la propia organización regional africana. Si bien es cierto que los expertos atribuyen el origen del movimiento contra el gobierno de Bazoum a motivos internos, la situación también abre las puertas a potencias extranjeras a ejercer sus intereses estratégicos. En este artículo te explicamos cómo se están dividiendo los bloques y qué podemos esperar del futuro.
El 26 de julio de 2023, se declaraba un golpe de Estado en Níger liderado por la Guardia Presidencial y ciertos oficiales superiores de las Fuerzas de Defensa y Seguridad (FDS). La junta golpista, autodenominada Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP), anunció su asunción del poder para poner fin al continuo deterioro de la situación de seguridad de Níger y a la deficiente gestión de la economía y asuntos sociales del país.
La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), que lleva trabajando desde 2020 por contener el retroceso democrático que se está dando en el Sahel, amenazó con el uso de la fuerza hasta que no se revirtiese el proceso. Lejos de alcanzar el éxito del plan, el ultimátum asentó las bases de una división profunda entre los miembros de África Occidental.
La trascendencia de este conflicto fuera de la región pone hoy el foco de atención en Níger y en las alianzas que se están formando a raíz de esta confrontación. Aunque esta oleada de inestabilidad política parece de carácter interno, existe un impacto internacional y los intereses de China, Europa, Estados Unidos y Rusia fluctúan en una zona de gran riqueza natural y clave en la guerra contra el terrorismo en la región del Sahel. Ello, unido a la creciente influencia rusa en África Occidental y Central y las iniciativas occidentales de adiestramiento militar al ejército nigerino, es interpretado por los expertos como verdaderos catalizadores de tensión regional y lleva a preguntarse si las dinámicas pueden conducir a un conflicto armado de naturaleza proxy en la región del Sahel.
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¿Cómo se posicionan los países ante el golpe en Níger?
Países africanos: una CEDEAO dividida
La CEDEAO está formada por 15 países de África occidental entre los que se encuentran el propio Níger, Mali, Senegal, Guinea, Guinea-Bissau, Sierra Leona, Nigeria, Benin, Togo, Ghana, Costa de Marfil, Liberia, Gambia, Burkina Faso y Cabo Verde. El golpe de Estado en Níger ha intensificado la fragmentación entre algunos países africanos destacando a los vecinos de Níger, Mali y Burkina Faso, que cuentan actualmente con gobiernos golpistas militares.
La extensión del coup belt o cinturón de los golpes de Estado, se presenta como una gran preocupación para el bloque. El golpe en Níger es el séptimo en menos de tres años en África Occidental y Central y el último de los tres Estados del Sahel Central después de Mali en 2020 y 2021, y dos golpes en Burkina Faso en 2022. La pasiva respuesta de la CEDEAO ante estos golpes dañó su imagen como mediador en la región. Teniendo en cuenta la importancia estratégica de Níger, continuar con esta línea de acción allanaría el camino a posteriores intentos golpistas al no haber un órgano eficaz de disuasión.
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En relación a las posiciones tomadas tras la amenaza de intervención militar de la organización regional los gobiernos militares de Mali, Burkina Faso y Guinea comunicaron que, en caso de haber una injerencia, apoyarían militarmente a las autoridades nigerinas con el probable respaldo del grupo paramilitar Wagner mientras que, por el momento, Nigeria, Senegal, Costa de Marfil y Benin sí apoyarían una intervención militar de la CEDEAO. Entre esta escalada de militarización, algunas naciones permanecen neutrales. Guinea-Bissau, Sierra Leona, Liberia, Gana y Togo, optaron por no posicionarse, aunque condenaron los hechos.
Más allá de la amenaza de intervención militar, liderada por Nigeria y respaldada diplomáticamente por Francia, la CEDEAO también ha impuesto sanciones económicas a Níger como la congelación de los activos estatales que impactan gravemente en la población más que debilitar a la junta militar. Además, Nigeria, país que preside la CEDEAO, también ha cortado la electricidad a Níger como medida de presión.
El papel de Nigeria es clave en lo que pueda ocurrir en el futuro. El país no solo es la principal potencia de la organización también es el miembro que ha ocupado la presidencia durante el mayor número de años, incluyendo el período actual. Asimismo encabeza desde los años 80 la mayoría de intervenciones armadas en la región. Es cierto que, aunque el bloque de Estados africanos occidentales se inauguró con el fin de impulsar las economías de la zona, la lucha por la democracia y el orden constitucional se ha convertido en uno de los ítems esenciales de la CEDEAO.
En 1981, se crearía una fuerza multilateral conjunta para responder a las agresiones contra uno de sus integrantes. Por ello, los miembros de la organización involucran desde entonces sus fuerzas de paz en conflictos regionales, como en las guerras civiles de Liberia (1990 y 2003), de Sierra Leona (1997) o, por último, en Gambia (2017) donde se impidió que el expresidente Yahya Jammeh anulara las elecciones nacionales que perdió.
Si hablamos de Níger los movimientos de la organización no están gustando nada a la junta militar golpista e instó a los ciudadanos del país a prepararse para defender la nación. Los crecientes sentimientos antifranceses fraguados entre Burkina Faso, Guinea y Mali, dejaron al país del Sahel central apartado de los intereses de la zona, siendo estos últimos años el último aliado de Francia y eje de la lucha antiterrorista.
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¿A quién apoya Occidente?
El golpe de Estado en Níger fue plenamente condenado por las naciones occidentales, lo que motivó a muchas de ellas a mostrar su apoyo por el presidente depuesto y democráticamente elegido, Mohamend Bazoum, y a cancelar los acuerdos de cooperación con la administración del país. Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, declaró la suspensión de sus ayudas al Gobierno, ya que estas dependen de la “gobernabilidad democrática y le respeto al orden constitucional”. Estas medidas podrían tener graves consecuencias a nivel socioeconómico al ser Níger una economía frágil, aumentando quizá las tensiones en contra de Occidente entre una de las poblaciones más pobres del mundo.
Níger es considerado por las fuerzas occidentales como un socio importante en distintas materias, por ejemplo en la lucha conjunta con la Unión Europea contra la inmigración irregular desde la África subsahariana o al ser el mayor proveedor de uranio del bloque europeo. También destaca, especialmente para Estados Unidos y Francia, por hacer frente a las amenazas de seguridad en la región provocadas por el yihadismo radical de grupos armados vinculados a Al Qaeda y al ISIS en la zona del Sahel y el bandidaje rural generalizado en la frontera de Níger con Libia, Argelia y Chad, que ha atraído una plétora de rebeldes chadianos y sudaneses, narcotraficantes y bandas de delincuencia organizada.
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De hecho, el ejército francés mantiene (al menos por el momento) dos bases permanentes en la región, una de ellas en Niamey tras la retirada de Francia en Mali y el fin de la Operación Barkhane, iniciativa antiterrorista contra militantes de la subregión africana y que contribuyó a aumentar la inestabilidad en la zona. El gobierno de Bazoum, «la esperanza de Occidente en el Sahel», ha sido receptor de muchos recursos para reforzar los sistemas de seguridad frente a una amenaza que se ha ido extendiendo desde Mali en la última década. De esta manera, el país es el mayor receptor de ayuda militar estadounidense en África Occidental, habiendo recibido unos 500 millones de dólares desde 2012 y donde acoge a más de 2.000 soldados occidentales, en su mayoría estadounidenses y franceses.
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A pesar de esta ventajosa relación, existe una preocupación latente desde Occidente si la discordia política abre las puertas a las insurgencias en curso en obtener un mayor control sobre la región. Ante esta situación los gobiernos militares buscan el apoyo de Rusia y su grupo mercenario Wagner para hacer frente al terrorismo y, a su vez, en Níger a combatir la agitación interna tras el golpe por la falta de consolidación del poder de la junta militar sobre la nación.
Por el momento, muchos miembros de la Unión Europea, permanecen al margen de los planes de intervención armada de la CEDEAO. Aunque, existe mayor proactividad por parte de Washington, al igual que de Francia, para apoyar los esfuerzos del bloque regional africano en encontrar una solución pacífica, frenar la escalada de violencia interna y el posicionamiento de las repúblicas africanas en un bloque prorruso.
Rusia: la lucha por el dominio regional y el control del uranio
Si bien es cierto que los expertos atribuyen el origen del movimiento contra el gobierno de Bazoum a motivos internos, la situación también abre las puertas al Kremlin para ejercer sus intereses estratégicos hacia las ventajas competitivas que ofrecen las antiguas colonias africanas. En los últimos años, Rusia viene aumentando su presencia en la región del Sahel. Su actividad a través de la venta de armas y la intervención del grupo de mercenarios ruso Wagner tanto en Mali, Libia, República Centroafricana o Sudán, para hacer frente al terrorismo del Sahel, entre otras operaciones, son un caldo de cultivo en la región que puede haber facilitado el golpe en Níger.
En este caso, hay quien sospecha que está motivado por Rusia, por dos razones:
- En una visita del general Salifou Modya, del nuevo gobierno nigerino, a Mali pidió apoyo al grupo Wagner con la conclusión del ultimátum concedido por el CEDEAO. De hecho, ya todo parecía estar planeado, desde las declaraciones en Telegram de Wagner en las que se decía abiertamente: “Níger es nuestro próximo objetivo”.
- Por otro lado, las múltiples manifestaciones que llenan las calles de Niamey reflejan la profunda división social en relación a la presencia de las potencias internacionales. Tras el derrocamiento del gobierno constitucional, aparecieron las imágenes de manifestantes pro-golpistas que ondeaban banderas rusas y coreaban consignas prorrusas y antioccidentales, en particular antifrancesas. Además, posteriormente la retransmisión de los medios francófonos fue suspendida en todo el país, decisión que denunciaron por privar a los ciudadanos a su derecho de acceso a una información libre e independiente. Estos eventos sociales guardan gran similitud con aquellos tras los golpes de Estado en Mali y Burkina Faso, a los que la ministra francesa de exteriores, Catherine Colonna, advirtió de ser un ingrediente habitual en el estilo ruso-africano de desestabilización política.
¿Adiós París, hola Moscú?
Níger posee importantes reservas de recursos naturales: el país representa el 5% del suministro global de uranio según la Asociación Nuclear Mundial, además de producir oro, petróleo, carbón, fosfatos y sal, entre otros. La crónica dependencia de la ayuda internacional y la fragilidad del sistema económico, paradójicamente han convertido a este país en el más pobre del mundo, lo que lo convierte en un objetivo de codicia a sus riquezas naturales.
Durante décadas, París ha mantenido una presencia destacada en muchas naciones africanas, derivada de su historia colonial en el continente, práctica que se conoce como Françafrique. Muchos nigerinos, entre ellos las generaciones más jóvenes, responsabilizan a Francia de los altos niveles de pobreza que imperan el país. Particularmente, la empresa estatal Orano disfrutó del monopolio del uranio desde la independencia hasta 2007. El resentimiento de las actuaciones de la nación europea sobre el Sahel degeneraron en la última década fraguando un verdadero sentimiento antifrancés en las antiguas colonias de África Occidental y Central.
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La ola de ira contra los franceses representa la oportunidad perfecta de Putin para extender su influencia en África. Por ejemplo, el fundador de Wagner, achacó el golpe en Níger al legado del colonialismo, siguiendo la línea del discurso que defienden los seguidores del golpe del 26 de julio. En definitiva, al introducirse de forma influyente en la gobernanza de los Estados africanos, Moscú podría obtener contratos mineros lucrativos, fundamentales para el desarrollo de tecnología, a la vez que ganaría una alineación estratégica frente al bloque occidental al debilitarse la presencia de los países europeos en África Occidental.
¿Qué podemos esperar?
En síntesis, la situación derivada del golpe de Estado en Níger ha desencadenado una contienda de poderes que evoca reminiscencias de la Guerra Fría. Este golpe constituye otro episodio de derrocamiento de un gobierno democrático en el contexto de una lucha que va más allá de la región: entre Occidente y Rusia por influir en el continente africano.
Níger, antes aliado de Estados Unidos y Francia, parece realinearse con Rusia a raíz de la cooperación entre esta última y sus nuevos dirigentes, a través de actores como Wagner. Mientras tanto, los países vecinos de África Occidental se encuentran divididos entre los que buscan frustrar el golpe y aquellos que buscan asegurar su éxito, lo que ha profundizado la división en la región.
Las potencias occidentales han condenado el golpe, aunque su respuesta se ha limitado principalmente a la diplomacia. Estados Unidos y Francia, con mayor presencia en la región, han recibido atención destacada, pero su inacción podría interpretarse en Níger como debilidad o traición, lo que plantea preocupaciones para los gobiernos africanos en general.
La incertidumbre prevalece respecto a si las amenazas de intervención militar se concretarán o se quedarán en meras palabras. Según algunos expertos, la CEDEAO podría quedar marginada y deslegitimada si no se actúa en consecuencia teniendo en cuenta las posibles implicaciones: el triunfo de la nueva junta de Níger podría provocar una ola golpista en la región y en otros países como Senegal o Sierra Leona.
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La situación actual en Níger representa un desafío crucial para la estabilidad y la democracia del bloque de África Occidental. La delicada encrucijada, en la que se ven envueltos los diferentes actores internacionales, posee múltiples factores que podrían potenciar la posibilidad de un efecto dominó en el coup belt. Los acontecimientos en Senegal, donde una creciente tensión política y un enérgico movimiento de oposición contra el presidente Sall, reflejan un gran clima de malestar social. La intentona militar en Sierra Leona para tomar el poder, es otro de los ejemplos que reflejan la volatilidad del status quo existente en la región. Ante este panorama de división y nuevas y viejas alianzas, es imperativo que la comunidad internacional adopte medidas diplomáticas para mitigar los factores que pueden conducir a una guerra regional en África Occidental. Según los analistas internacionales, un conflicto en Níger provocaría una guerra regional que aumentaría la inestabilidad política y favorecería la expansión del yihadismo.