En el contexto penitenciario, la radicalización y el reclutamiento por parte de grupos terroristas representan un desafío creciente. Con una población carcelaria mayormente vulnerable y la prevalencia de reclusos vinculados al yihadismo, la necesidad de estrategias efectivas de prevención se vuelve crucial. En LISA News, analizamos a fondo este fenómeno y exploramos las posibles soluciones para abordarlo de manera efectiva.
La prisión, siendo muchas veces el paso de líderes terroristas y de organizadores de atentados de gran magnitud, pasa a convertirse en un espacio donde llevar a cabo el adoctrinamiento y captación de nuevos miembros para estas células, a través de la radicalización.
Los centros penitenciarios son espacios de privación de libertad, donde se acumula una gran masa de personas vulnerables, siendo común que los encarcelados sufran desequilibrios emocionales y problemas físicos, así como cuestionamientos internos. Su único contacto es con el resto de los reclusos, los cuales, según datos de la EUROPOL, la mayoría son yihadistas. Entre 2019 y 2021 se han producido el arresto de 1.560 individuos por sospecha de terrorismo, de los que 950 fueron por yihadismo.
De este modo, en los últimos años ha cobrado gran importancia el desarrollo de distintos medios y teorías destinados a combatir la radicalización en prisiones. Estas se centran principalmente en programas de rehabilitación eficaces y la formación de profesionales en materia de reconocimiento temprano de la radicalización violenta, como forma de solución a largo plazo.
Factores de radicalización en prisiones
A pesar de la diferencia de trato en los diferentes sistemas penitenciarios del mundo, en todos ellos incurren una serie de diversos factores similares. En primer lugar, se dan condiciones restrictivas y de privación de libertad, que pueden hacer que los internos se sientan marginados y aislados de la sociedad, disfrutando de la única compañía del resto de presos. En este sentido, los líderes extremistas se dirigen a los reclusos como público vulnerable para radicalizarlos y reclutarlos para sus grupos, proporcionando una sensación de pertenencia y una ideología que puede dar un sentido de propósito. Al estar en prisión, la falta de oportunidades de empleo y educación conllevan una mayor influencia de estos idearios.
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Asimismo, dentro de las cárceles hay una ausencia de información veraz y contrastada sobre los datos de las ideologías extremistas que están siendo promovidas dentro de la prisión, haciendo a los presos más susceptibles a la propaganda y teorías conspirativas. Según un análisis del Real Instituto El Cano, desde 1996 hasta 2018, el 10,5% de los yihadistas condenados o muertos en España, que se radicalizaron total o parcialmente en el territorio nacional, adoptaron la ideología del salafismo yihadista mientras se encontraban recluidos en centros penitenciarios.
Esta consumación de propaganda radical, se suele proporcionar tanto a aquellos presos que se sientan más aislados de la sociedad, como a los que hayan sufrido situaciones traumáticas o estresantes que puedan hacer derivar un buen comportamiento a una conducta violenta o incluso delictiva.
Por consiguiente, los factores de radicalización suelen ser principalmente circunstanciales de la persona, al depender de experiencias individuales y sociales, haciendo prescindible abordar los factores subyacentes y trabajar en la prevención de la radicalización. No obstante, aunque no se pueda decretar un perfil único, las personas más propensas a la radicalización son las que albergan sentimientos de frustración, culpa y marginación, donde la violencia está justificada.
Proceso de radicalización en prisiones
Numerosos estudios han intentado conceptualizar el proceso de radicalización y la escalada hacia la acción violenta o el terrorismo. No obstante, no todos los procesos de radicalización tienen como consecuencia directa este destino, dado que existen muchos caminos a la hora de radicalizarse.
Cabe destacar, el estudio del psicólogo estadounidense Moghaddam, quien establece la «escalera del terrorismo» (Staircase of terrorism). En esta teoría, el terrorismo se describe como un proceso social y psicológico que se desarrolla con el tiempo, no identificándose como un proceso innato.
Fuente gráfica: Prevención de la radicalización violenta: de la comprensión a la prevención del fenómeno. Oliver Vanderhaeghen. Marzo de 2018.
Según el gráfico, el proceso de radicalización consta de 5 o 6 etapas, destacando que las personas no caen directamente en los radicalismos violentos, sino que los sujetos pasan por cada escalón enfrentándose a obstáculos que les hacen decidir si detenerse en el que se encuentran o continuar avanzando hasta la radicalización, o incluso el terrorismo. De esta manera, a medida que se asciende en la pirámide, se da un aumento de violencia en el individuo y se empiezan a disminuir las oportunidades de reinserción, potenciando su incorporación en un grupo cerrado que lo utilice como arma.
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En esta teoría, los últimos tres escalones se conocen como «radicalización exprés», ya que, en estas etapas, se ha producido la incorporación de la violencia, a partir de la realización de actos violentos en la vida del individuo, por lo que su paso de radicalización a cometer un acto terrorista es más rápido. Sin embargo, las etapas siempre pueden solaparse o superponerse, dado que no es un proceso lineal.
Medidas de prevención a nivel internacional
El problema de la radicalización en las cárceles constituye un problema tanto a nivel nacional como a nivel internacional. Por consiguiente, la Unión Europea ha adoptado una serie de instrumentos y estrategias para combatir estos fenómenos, estableciendo la «Estrategia de la Unión Europea de lucha contra el Terrorismo» actualizada en 2014, en la que el principal objetivo es evitar que las personas se radicalicen y sean captadas para cometer actos terroristas.
En abril de 2021, la Unión Europea adoptó un reglamento para combatir la difusión de contenidos terroristas en línea. Este reglamento otorga a las autoridades competentes de los Estados miembros la facultad de emitir órdenes de retirada dirigidas a los proveedores de servicios. Estas órdenes exigen la eliminación o bloqueo de contenidos terroristas en un plazo de una hora.
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Además, estas acciones se complementan con medidas destinadas al control de las armas de fuego, la lucha contra el blanqueo de capitales y la digitalización de la cooperación judicial. Todo este marco se ha fortalecido con la creación del Centro Europeo de Lucha contra el Terrorismo en Europol en 2016, que facilita el intercambio de información entre las autoridades policiales nacionales.
Medidas de prevención a nivel nacional
Los sistemas penitenciarios nacionales representan tanto un recurso como una amenaza para el Estado en su lucha contra el terrorismo. A nivel nacional, se implementan medios de seguimiento administrativo en dos niveles distintos. En primer lugar, a nivel centralizado, encontramos unidades de apoyo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, junto con una unidad de seguimiento de gestión penitenciaria, encargada de analizar e inspeccionar los servicios penitenciarios. Estos organismos se complementan con un grupo central de seguimiento para garantizar el cumplimiento de las políticas y condenas.
En segundo lugar, a nivel descentralizado, se encuentran subdirecciones, oficinas de seguridad y grupos de control en cada centro penitenciario, así como traductores para facilitar la comunicación con los internos y hacer frente a amenazas terroristas. Además, se utilizan ficheros informáticos como el FIES para identificar y controlar reclusos con potencial de protagonizar incidentes, minimizando así los riesgos de radicalización y mejorando la gestión y eficacia del sistema.
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Por último, mencionar el Plan Estratégico Nacional de Lucha y Prevención contra la Radicalización Violenta (PENCRAV), aprobado por el Consejo de Ministros en 2015 y que cuenta con actualizaciones con el paso de los años, la última en 2021; y la Estrategia Penitenciaria contra el Terrorismo Yihadista (2019), donde se establecen una serie de pautas de posibles actuaciones y comportamientos en los internos, que les pueden llevar a la radicalización o que indiquen que ya lo han hecho.
Diferentes tratamientos de la radicalización en las prisiones europeas
Aunque todos los Estados Miembros se asientan sobre las mismas bases legales de las directrices europeas, se encuentran enfoques diferentes a la hora de tratar la radicalización en las cárceles.
En el caso de Dinamarca, las autoridades penitenciarias se centran en la implementación de medidas preventivas basadas en el diálogo y la comunicación, animando a los prisioneros a participar en debates y actividades que fomenten la inclusión social y la tolerancia religiosa. De este modo, los funcionarios y autoridades colaboran con organizaciones religiosas de distinta índole, junto con las comunidades locales, para fomentar la integración y brindar una orientación a los internos.
Por el contrario, Francia utiliza un enfoque más punitivo basado en la seguridad, buscando la obstaculización del proceso de adoctrinamiento de los individuos, contribuyendo a su desvinculación o la renuncia a la violencia. De esta manera, desarrollan el programa «PRÉVENIR», que incluye medidas de seguridad, como el aislamiento de los reclusos más peligrosos, estableciendo un control más firme y cerrado; y medidas de tratamiento, como programas de educación y reinserción social. Estos programas de reinserción se implementan de manera más tardía, en comparación con otros países europeos, ya que muchos de los opositores al establecimiento de estos planes, argumentaban que atentaban contra el laicismo imperante en Francia, adoptándose en 2014 el Primer Plan de Lucha contra la Radicalización Violenta y las Redes Terroristas, que englobaba programas basados en el apoyo a las familias cuyos hijos se habían radicalizado.
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En último lugar, encontramos el caso de Reino Unido, basado en la colaboración con las autoridades locales a través del programa instaurado en 2009, CHANNEL. Una «iniciativa comunitaria que utiliza colaboraciones existentes entre la policía, los representantes de las autoridades locales y la propia comunidad local para identificar a los que corren el riesgo de estar expuestos al extremismo violento y para apoyarlos, a través de intervenciones basadas en la comunidad». Este programa tiene como característica principal la generalidad que intenta abarcar, teniendo como público objetivo tanto a niños, jóvenes y adultos de cualquier tipo de extremismo y vinculación.
Por consiguiente, estos programas preventivos y desradicalizadores, poseen una raíz diferente. En Francia, los esfuerzos se centran en mantener y proporcionar seguridad, mientras que el sistema español, pone el foco en la formación del personal de los centros penitenciarios, para una mayor capacitación de indicios de radicalización. Mientras, países como Reino Unido, prefieren establecer medidas orientadas en la cooperación con las autoridades o el caso danés basado en el diálogo y la comunicación.
¿Cuál es el enfoque más efectivo?
En términos generales, no se puede establecer qué enfoque es mejor o peor, dado que cada uno se centra en una parte del proceso. En España, la eficacia se ve reflejada en la detección y prevención de casos de radicalización en prisiones, mientras que en Reino Unido o Dinamarca, se observa en la reducción del riesgo de reincidencia entre los exreclusos condenados por delitos de terrorismo; así como, el caso francés obedece a la reducción del número de atentados yihadistas en los últimos años.
Es difícil determinar qué marco teórico es el más efectivo, sin embargo, se recomienda proporcionar un enfoque integral que combine medidas de seguridad, prevención, detección y rehabilitación, así como formar al personal penitenciario y desarrollar programas individualizados de desradicalización ofreciendo un apoyo social y laboral para los exreclusos, facilitando su reinserción en la sociedad.