Desde la Primera Guerra Mundial hasta ahora, las mujeres han ido tomando espacios en el campo de la Inteligencia. En este artículo hablamos sobre las cinco mujeres espía más importantes de la historia y te contamos por qué lo fueron.
La Primera Guerra Mundial no solo fue testigo de la entrada de mujeres en el trabajo de Inteligencia formal, sino que también provocó el nacimiento de algunas de las imágenes culturales más poderosas del siglo XX de espías mujeres, con Mata Hari como uno de sus íconos más famosos.
Las mujeres asumieron roles importantes en la Inteligencia y el espionaje en tiempos de guerra. La no obligación de las mujeres del servicio militar obligatorio y su capacidad para moverse en los territorios ocupados las convirtió en agentes ideales. La gran mayoría ya asumía estos roles en las redes de servicios secretos nacionales y extranjeros desarrolladas durante los períodos revolucionario y napoleónico, resultando particularmente útiles como correos nacionales e internacionales.
Las agentes y mensajeras procedían de una variedad de orígenes nacionales y de clase, y sus edades y estado civil variaban desde mujeres jóvenes solteras pasando por matronas de mediana edad hasta viudas mayores. En este artículo repasamos algunas de las figuras de mujer espía más relevantes de la historia.
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Mata Hari: la mujer doble espía
Mata Hari, “el ojo del día” en malayo, fue una bailarina exótica y cortesana holandesa que ganó notoriedad durante la Primera Guerra Mundial como presunta agente espía doble, tanto para Francia como para Alemania. Nacida como Margaretha Geertruida Zelle en los Países Bajos en 1876, Mata Hari se casó con un oficial naval holandés y vivió en las Indias Orientales Holandesas —actual Indonesia— antes de mudarse a París en 1905 para seguir una carrera como bailarina.
Fue entonces cuando adoptó su nuevo nombre y, amparada por el mito que había creado, tuvo romances secretos con políticos y funcionarios de la alta sociedad. Durante la guerra, los Países Bajos se mantuvieron neutrales, lo que significó que Margaretha podía cruzar las fronteras libremente. Durante aquella época comenzó una relación con Vadim Maslov, un piloto ruso de tan solo 23 años que servía en el ejército francés. Cuando él fue derribado y herido de gravedad en 1916, perdiendo un ojo, Margaretha pidió permiso para ir a verle. El Deuxième Bureau —Servicio de Información del Ejército francés— accedió, a cambio de que aceptase espiar para Francia.
Aunque los alemanes la habían contactado con anterioridad, no informó sobre esto a los franceses, lo que sería el error que marcaría su posterior juicio. Georges Ladoux, jefe del Deuxième Bureau, sospechó que podría tratarse de una agente doble, lo que provocó su arresto bajo acusaciones de espionaje. El 24 de julio de 1917 fue juzgada, acusada de espiar para Alemania y, en consecuencia, causar la muerte de al menos 50.000 soldados.
Aunque tanto la Inteligencia francesa como la británica sospechaban que estaba espiando para Alemania, ninguno de los dos pudo presentar pruebas definitivas en su contra y ella lo negó. Sin embargo, a pesar de negar los cargos, fue declarada culpable y condenada a muerte por un pelotón de fusilamiento.
El caso de Mata Hari sigue siendo controvertido, ya que no está claro si en realidad era una espía o una víctima de las circunstancias. Algunos creen que ella fue el chivo expiatorio de las fallas de la Inteligencia francesa, mientras que otros sugieren que, sin saberlo, pudo haber pasado información a los agentes alemanes.
Yoshiko Kawashima: la mujer espía rebelde
Yoshiko Kawashima es considerada una de las mejores agentes de Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Conocida como la Mata Hari de Oriente, fue una princesa heredera, miembro de la familia real china. Hija del príncipe man-chú Su, nace en Pekín el 24 de mayo de 1907, en un entorno acomodado de la nobleza china.
A pesar de haber nacido princesa, fue enviada a Japón tras la caída de la dinastía Qing, donde trabajó como espía del país del sol naciente durante la guerra sino-japonesa primero y la Segunda Guerra Mundial después.
A raíz de la muerte de su padre cae en adopción, pero al cumplir los 18 años hizo saber a la familia que no quería ser una mujer nunca más. Tras su decisión, se cortó el pelo como un soldado y empezó a vestir solo ropa masculina. Más tarde rompería definitivamente con su familia y se dejó adoptar por Naniwa Kawa-shima, un ex mercenario y espía de Japón; es decir, el peor enemigo de China. Es entonces cuando Aidín —su nombre de nacimiento— nace otra vez bajo el nombre de Yoshiko. En 1928, en Shanghái, se encontró con un general japonés llamado Takayoshi Tanaka que decide protegerla con la idea de que algún día le ayudara como espía.
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Su primera misión fue crear un disturbio en Shanghái con el objetivo de crear el caos y servir como excusa a Japón para invadir la ciudad. Logró su objetivo. Más tarde Kawashima utilizó una serie de asesinatos falsos para intentar persuadir al ex emperador Qing Pu Yi de convertirse en el gobernante del recién formado estado japonés de Manchukuo.
Aprovechando sus orígenes aristocráticos se relacionó con las personalidades más destacadas de Manchuria y Mongolia para obtener información. Además, entró en combate en varias ocasiones, llegando a comandar un contingente de 5.000 hombres para perseguir a los independentistas manchúes. Al final de la Segunda Guerra Mundial, con la derrota japonesa, fue detenida en China y fue ejecutada en 1948.
Violette Morris: la mujer espía de la Gestapo
Violette Morris nació en París en 1893 en el seno de una familia de militares de origen aristocrático. Gracias a su físico fornido y atlético enseguida destacó como deportista.
La vida de Violette Morris estuvo llena de incidentes y sucesos dramáticos. Tanto es así que destacados escritores como el premio Nobel Patrick Modiano —La ronda nocturna—, la estadounidense Francine Prose —Lovers at the Chameleon Club— o el popular autor de novela negra Auguste Le Breton —Les Pégriots— la han incluido como personaje en sus ficciones. Este último fue quien le puso el sobrenombre con el que ha pasado a la historia: “la hiena de la Gestapo”.
La versión más difundida sobre como Morris acabó trabajando para los nazis asegura que la atleta fue contactada en 1935 por la Sicherheitsdienst, la agencia de inteligencia de la Schutzstaffel, también conocida como las SS. Los alemanes, que conocían de sus problemas con la justicia e intuyendo la posibilidad de explotar el rencor que seguramente sentiría hacia su país, le ofrecieron acudir como invitada de honor a los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, a lo que ella aceptó.
Durante su estancia en la capital alemana quedó tan deslumbrada por la propaganda nazi que no dudó en aceptar una nueva invitación: colaborar como espía para Alemania. Gracias a sus numerosos contactos, su facilidad para moverse en coche o barco y sus conocimientos sobre armamento adquiridos en la Gran Guerra, la deportista proporcionó a las SS información muy valiosa.
Entre otras averiguaciones, consiguió mapas defensivos de París, planos de la Línea Maginot —la fortificación defensiva levantada por Francia a lo largo de la frontera con Alemania— e información sobre el diseño del Somua S35, el novedoso tanque que Francia estaba construyendo en esos años. Más adelante, durante la ocupación, Violette siguió colaborando con los nazis. Más tarde, la Gestapo francesa, también conocida como Carlingue, también la reclutaría.
Fue desde entonces cuando Morris trabajaría como espía infiltrada en las redes de la Resistencia y como interrogadora de la policía. Según algunos testimonios, destacó por su sadismo y gusto por la tortura, especialmente contra otras mujeres. Sin embargo, otros desmienten que la implicación de Morris con los nazis fuera ni tan temprana ni tan sanguinaria. O, por lo menos, no hay pruebas que lo demuestren.
Virginia Hall: la mujer espía de Normandía
Virginia Hall fue una espía estadounidense infiltrada en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, conocida por haber contribuido al éxito del desembarco de Normandía, entre otras hazañas.
Nacida en 1906 en el seno de una familia acomodada de Baltimore, Maryland, a los 19 años ya hablaba con soltura alemán y francés. Su voluntad era desarrollar una carrera diplomática y a ello dedicó todos sus esfuerzos. A los 25 años aceptó un puesto en la Embajada de Estados Unidos en Varsovia y, posteriormente, fue transferida a otros lugares como Tallin, Viena y Esmirna.
Sin embargo, sería precisamente en esa ciudad turca donde su vida sufriría un giro inesperado. Mientras participaba en una cacería, se le resbaló la escopeta de las manos y, al recogerla, se disparó accidentalmente en la pierna izquierda. Para salvarle la vida hubo que proceder a la amputación del miembro afectado y, desde ese momento, debió utilizar una pierna ortopédica, a la que bautizó como Cuthbert, nombre que después sería su código como espía para los servicios secretos británico y estadounidense.
Como en aquellos años no estaba permitido que personas con miembros amputados trabajaran para el Departamento de Estado, viendo su carrera diplomática frustrada, se trasladó a París en 1939 para unirse al Servicio Francés de Ambulancias. Sin embargo, al cabo de pocos meses, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de Francia por las tropas del Tercer Reich, huyó en compañía de una amiga con destino a Inglaterra.
Establecida en Londres, conoció casualmente a Vera Atkins, espía británica nacida en Rumania que, en aquel momento, se dedicaba a reclutar posibles agentes para la sección F —por la inicial de Francia— del Special Operations Executive —SOE—, organización del espionaje británico encargada de enviar agentes a los territorios franceses ocupados para organizar sabotajes, espiar, robar e incluso matar a oficiales nazis.
Los conocimientos de idiomas de Hall y sus ideas sobre los peligros del ascenso del totalitarismo en el viejo continente, del que había alertado sin éxito en varias ocasiones a sus superiores en la embajada de Estados Unidos, impresionaron a Vera Atkins, que no dudó en incorporarla al SOE.
De ese modo, con el nombre clave de Germaine, Hall fue lanzada en paracaídas sobre la Francia ocupada, en 1941, con la misión de estudiar y notificar movimientos de tropas nazis y reclutar a otros agentes. Una vez allí puso en marcha una efectiva red clandestina de miembros de la resistencia con el nombre clave de Heckler.
Este grupo, que centró sus actividades en garantizar el retorno a Inglaterra de los pilotos británicos abatidos sobre suelo francés, a apoyar a otros grupos de la resistencia, a poner bombas para sabotear puntos importantes de la logística del ejército alemán y a recopilar información, resultaría clave para elaborar el plan del llamado Día D, la Operación Overlord de desembarco de las tropas aliadas en las playas de Normandía.
Nancy Wake: la mujer espía de la guerra de guerrillas
Nancy Wake, figura prominente en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, nació en Wellington, Nueva Zelanda, el 30 de agosto de 1912. También conocida como ‘Madame Andrée’ y con el nombre en código de ‘Ratón blanco’ y ‘Bruja’, fue una de las militares más condecoradas de la Segunda Guerra Mundial. Es famosa por sus valientes actividades encubiertas en la Francia ocupada de 1940 a 1943, primero como mensajera de una red de la Resistencia francesa y luego con una red de escape hasta que fue traicionada.
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Después de haber sido testigo de la brutalidad del régimen nazi como periodista, Wake se unió a la Resistencia francesa en 1940 y arriesgó su vida en una red clandestina que ayudaba a los judíos y a los militares aliados a escapar. La red de Wake tuvo mucho éxito y la Gestapo la nombró en código ‘Ratón Blanco’. Se le ordenó huir de Francia en 1943 cuando la red fue traicionada.
Después de ser arrestada y escapar a Inglaterra, se unió al Ejecutivo de Operaciones Especiales –SOE–, la organización británica de la Segunda Guerra Mundial que luchó contra las Potencias del Eje en la Europa ocupada. Cuando llegó a Inglaterra en junio de 1943, decidió ser espía y convenció a agentes especiales para que la entrenaran en la guerra de guerrillas. Wake, cuyo nombre en clave es “Hélène”, trabajó en la sección francesa de SOE y después de completar el entrenamiento, se lanzó en paracaídas a Francia en abril de 1944 para ayudar a organizar y luchar junto a los combatientes de la resistencia Maquis antes y después de la invasión del día D.
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Usando el alias ‘Madame Andrée’ y el nombre en clave ‘Bruja’, participó en el sabotaje de instalaciones alemanas, organizó lanzamientos de suministros en paracaídas y mantuvo contacto por radio con el Ejecutivo de Operaciones Especiales. Cuando se perdieron los códigos de radio, Wake recorrió unos 500 kilómetros en 72 horas para organizar códigos de reemplazo.
Wake fue condecorada por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Después de la guerra, recibió la Medalla George, la Croix de Guerre francesa, la Medalla estadounidense por la Libertad y la Medaille de la Resistance francesa. En 1988 fue galardonada con el Caballero Francés de la Legión de Honor y, en 2004, fue finalmente nombrada Compañera de la Orden de Australia.
Editado por:
Soraya Aybar Laafou. Editora y analista especializada en África en LISA News. Politóloga y periodista interesada en los derechos humanos, la geopolítica y los procesos migratorios. Me apasionan las Relaciones Internacionales y observo con especial interés al continente africano. Soy directora de África Mundi, el primer medio de análisis sobre África en castellano.