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¿Hacia la “desnormativización” del sistema internacional?

Análisis

Eloy De los Ojos Cea
Eloy De los Ojos Cea
Jurista con Máster en Estudios Internacionales experto en Relaciones Internacionales, Derecho Internacional y los movimientos sociales.

A pocos meses de cumplirse el año de inicio de la “operación militar especial” rusa en Ucrania, el conflicto parece lejos de resolverse. En este artículo analizamos cómo el Derecho Internacional se convierte, en el contexto de la guerra, en la justificación de las acciones tanto de unos como de otros.

En el contexto de la guerra en Ucrania desde Occidente se presiona para que se recuperen las negociaciones entre Moscú y Kiev. Sin embargo, algunos países europeos dudan de hasta qué punto pueden fiarse del Kremlin y alertan que Putin podría utilizar un alto el fuego para recuperarse durante el invierno.

Por su parte, desde Kiev, destacan que las fuerzas ucranianas han logrado una importante victoria en Jersón. Y, a comienzos de este mes de octubre, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha reafirmado su negativa a firmar un acuerdo de paz con Rusia. Según Kiev, antes o después Moscú acabará por incumplirlo. Recordamos, además, que a principios de octubre Kiev promulgó un decreto que contempla, entre otras cuestiones, que es “imposible” abrir un proceso de negociaciones con Rusia.

La situación en el frente y, ante la llegada del invierno, puede recordar, vagamente, a la I Guerra Mundial, en cuanto a se ha dado la consolidación de un frente enorme, con pocos avances en los mapas, una gran cantidad de bajas en ambos bandos y el uso de armamento novedoso.

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Además, en los últimos meses hemos vivido cómo el cruce de acusaciones y amenazas entre la OTAN y Rusia ha llevado a un clima de amenaza nuclear que no se había visto desde la crisis de los misiles de Cuba.

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Mientras el mundo contiene el aliento, las Naciones Unidas, organización creada con el propósito de mantener la paz a nivel mundial tras la 2º Guerra Mundial, es la gran desaparecida del tablero de juego, rehén del asiento permanente ruso en el Consejo de Seguridad.

Es en este ambiente belicista y de enorme incertidumbre donde la propia existencia de la ONU y del sistema de solución pacífica de conflictos establecido por la misma, parece que se pone en entredicho. De esta forma da lugar a la posibilidad del retorno de la guerra como herramienta común para lidiar con los conflictos internacionales.

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Antes de abordar la compleja situación del sistema de las Naciones Unidas, conviene dar un poco de contexto. Tradicionalmente, la guerra ha sido una herramienta común de los Estados para defender sus intereses, a tal punto que toda persona familiarizada, aunque sea un mínimo, con la Historia podrá apreciar como esta se estructura en torno a los conflictos bélicos.

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En este sentido, la única limitación al ejercicio de la guerra han sido tradicionalmente los principios y valores que se han conocido como el Derecho natural. Es decir, aquellos derechos y principios que no nacen de la voluntad del ser humano, sino que son inherentes a la condición humana y priman sobre el Derecho positivo o Derecho del Estado.

Es este Derecho natural la base que asentó la consolidación de las Naciones Unidas tras finalizar la 2 Guerra Mundial. Así, Alemania y Japón fueron condenadas, pese a ser Estados soberanos y ser sus prácticas legales acorde a sus respectivos ordenamientos jurídicos.

Fue entonces cuando se dio un cambio un cambio de paradigma en las Relaciones Internacionales: por primera vez en la Historia los Estados de todo el mundo acordaron limitar su soberanía y crear una Organización supranacional que ejerciera las labores de árbitro en la sociedad internacional, limitando, entre otras cosas, el uso de la guerra como herramienta coercitiva.

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Esto se plasma en la Carta de las Naciones Unidas, que recoge en el primer párrafo de su Preámbulo como uno de los principios inspiradores de la misma el “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles…”.

Para lograr este fin, la Carta Magna establece en su artículo 2.4. el compromiso de los Estados miembros de no ejercer la amenaza o la violencia contra la integridad territorial o independencia política de cualquier Estado. En este sentido, las Naciones Unidas solo permiten el ejercicio legítimo de la fuerza en defensa propia, o bien en el cumplimiento de sanciones colectivas que requieran del uso de la fuerza, siempre bajo el mando del Consejo de Seguridad.

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Este sistema, con sus más y sus menos, ha traído uno de los periodos de paz, de forma generalizada, más largos de la Historia. Sin embargo la guerra de Ucrania podría plantear un cambio de paradigma que traiga el retorno de la guerra como herramienta común de las Relaciones Internacionales. ¿Estamos ante una vuelta a la guerra como método común de solución de conflictos o el Derecho Internacional tiene algo que decir al respecto?

Las violaciones al Derecho Internacional en Ucrania

No es necesario ser un experto para saber que la “operación especial” rusa en Ucrania es una flagrante violación del Derecho Internacional. La Asamblea General, órgano representativo de los Estados en las Naciones Unidas, ha condenado tanto la invasión rusa de Ucrania como la anexión de territorios, exigiendo la retirada inmediata de las fuerzas rusas y el restablecimiento de las fronteras.

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Si bien las resoluciones de la Asamblea no tienen fuerza vinculante, son un instrumento útil para mostrar el rechazo, en este caso, mayoritario a la agresión rusa (141 a favor de la condena, 5 en contra, 35 abstenciones). Mas efectiva son las resoluciones del Consejo de Seguridad, órgano de las Naciones Unidas que, como encargado de mantener la paz y la seguridad internacionales, cuenta con fuerza vinculante en la toma de decisiones.

El problema en este caso se encuentra en los asientos permanentes con los que cuentan tanto Rusia como China (junto con Estados Unidos, Reino Unido y Francia), lo que les confiere el derecho a veto con el que imposibilitan que se tomen acciones contundentes contra la Federación rusa.

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Sin embargo, es necesario aclarar que el Derecho internacional no se ha visto completamente anulado en este conflicto. El propio Vladimir Putin justificó el inicio de su “operación militar especial” alegando la necesidad de acabar con el genocidio que las fuerzas armadas ucranianas estarían perpetrando, según Putin, contra la población prorrusa de la región del Donbás.

Además, al haber reconocido previamente a las repúblicas de Donetsk y Lugansk como Estados independientes y soberanos, su adhesión ahora a la Federación rusa no sería en contra al Derecho internacional. Al menos, en cuanto a que, para Moscú, no se trata de territorios arrebatados a otro Estado sino de la unión voluntaria de diferentes Estados soberanos. Así, el presidente ruso trataría de escudarse en su interpretación del Derecho internacional para legitimar su actuación en Ucrania, algo a lo que obviamente Occidente se ha opuesto categóricamente.

Por último, es importante destacar que la Corte Penal Internacional ha comenzado a estudiar la actuación rusa en Ucrania en busca de posibles crímenes de guerra, lo que podría llevar a que tanto Rusia como su presidente a titulo particular se enfrenten a consecuencias penales debido a la vulneración del Derecho humanitario, el Derecho que regula la guerra.

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La “desnormativización” del Sistema Internacional

Pese a la aparente importancia del Derecho internacional, la realidad es que el conflicto de Ucrania ha revelado una terrible verdad: la fragilidad del sistema. A día de hoy, las Naciones Unidas se ven completamente inmovilizadas a la hora de tomar acciones reales y efectivas en contra de Rusia. Esto ocurre, principalmente, debido al asiento permanente que esta ostenta en el Consejo de Seguridad (junto con el asiento chino, a quien no le interesa que haya una Rusia débil) y a que las resoluciones de la Asamblea General carecen de carácter vinculante.

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A esto hay que sumar que Rusia no forma parte del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, por lo que no reconoce su jurisdicción y esta no puede procesar por lo tanto a ciudadanos rusos, pese a poder investigar los crímenes de guerra presuntamente perpetrados. En este sentido, todas las acciones tomadas como sanción a Rusia por su invasión han sido de forma externa a las Naciones unidas, lo que puede llegar a poner en duda el sentido mismo de la existencia de la organización, incapaz de actuar en la mayor amenaza a la paz y seguridad internacional de las últimas décadas.

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Es así que vemos cómo el Derecho internacional vuelve a sus orígenes, convirtiéndose en una herramienta política similar al tradicional causus belli con el que justificar las actuaciones de uno frente a la Sociedad Internacional.

Para Rusia, la acción armada es completamente legitima en cuanto la OTAN ha irrumpido en su área de influencia, conocida como Russkiy Mir, negándose a negociar y amenazando seriamente su seguridad e intereses. A esto se suma, para Moscú, la agresión del ejercito ucraniano a las reconocidas repúblicas del Donbass, de etnia mayoritariamente rusa.

Por otro lado, la OTAN y sus aliados ven en la acción rusa una fragrante violación del Derecho internacional, siendo a la par una oportunidad de minar la imagen y poder de Rusia internacionalmente, debilitando a sus fuerzas armadas y destruyendo su prestigio internacional. En este contexto, el Derecho internacional se convierte en la justificación de las acciones tanto de unos como de otros, perdiendo su eficacia y dándose lo que podríamos llamar la desnormativización del Sistema Internacional, es decir, la perdida del carácter vinculante del Derecho internacional. 

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Ahora bien, pese a que la situación actual puede llevar a esto, es importante destacar que este no tiene por qué ser el futuro. Como hemos comentado, la Corte Penal Internacional se encuentra en medio de una investigación de las actuaciones del ejercito ruso tras ser acusado de cometer crímenes de guerra, lo que podría llegar a ocasionar consecuencias graves tanto para Putin como para la propia Rusia.

Además, pese a no haber sido directamente sancionada por las Naciones Unidas, Rusia ha visto su imagen y prestigio internacionales seriamente dañados en lo que claramente ha sido un error de cálculo. Moscú ha estrellado sus fuerzas contra un ejercito ucraniano financiado, entrenado y armado por Occidente a la vez que su economía se hunde lentamente como consecuencia de las sanciones recibidas. 

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Sea como fuere, lo que está claro es que la guerra de Ucrania establece un muy peligroso precepto. Si bien la guerra nunca ha desaparecido, esta se consideraba como algo erradicado en el Norte global. Parece que la guerra puede usarse como herramienta coercitiva en cualquier lugar del globo siempre que el agresor cuente con el suficiente poder como para anular el Derecho internacional. De esta forma se acaba de un plumazo con las teorías liberales sobre la solución pacífica de controversias y se abre la puerta a que otras potencias repliquen la experiencia rusa si ven que esta logra sacar rédito, aunque sea mínimo.

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