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Los fundamentos del nacionalismo japonés: de la Restauración Meiji a la Segunda Guerra Mundial

Análisis

Miquel Ribas Lladó
Miquel Ribas Lladó
Grado en Relaciones Internacionales (Collegium Civitas, Varsovia) y Máster en Estudios Globales de Asia Oriental (UAB, Barcelona). Tiene experiencia como investigador en la Fundación Instituto Confucio (Barcelona) y en el Instituto de Investigación Sociopolítica de la Academia de Ciencias de Rusia (Moscú). Alumno certificado del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y del Curso de Experto en China de LISA Institute.

La evolución del nacionalismo japonés desde la Restauración Meiji hasta la Segunda Guerra Mundial han influenciado el ascenso de los actuales movimientos ultraderechistas en el país nipón. En este análisis el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Miquel Ribas explica los fundamentos básicos del nacionalismo japonés, enmarcados en la superioridad étnica y en la historia de la región asiática.

En 1991 se produjo el colapso de la Unión Soviética. Con él, el orden mundial que había regido el sistema de las relaciones internacionales desde la Segunda Guerra Mundial terminó. Tras su desaparición siguió un período donde Estados Unidos gozó de una preponderancia geoestratégica como consecuencia de quedarse sin ningún rival que pudiese poner en duda su supremacía mundial. Sin embargo, la gestión del mundo unipolar bajo hegemonía de Estados Unidos se vino abajo con el atentado de 2001 perpetrado por la organización Al Qaeda y que condujo a las llamadas Guerras contra el Terror centradas en Oriente Medio.

Estas guerras llevaron a Washington a embarcarse en conflictos en las que no supo abordar. Su estancamiento en esta región permitió el alza de nuevas potencias que pusieron en cuestión el orden unipolar. Así, si en el contexto de la Guerra Fría el centro de la rivalidad se centraba en Europa con la división entre Europa Oriental bajo égida de la URSS y Europa Occidental apoyada por Estados Unidos, actualmente el centro de la rivalidad geopolítica tiene su centro en el Indo Pacífico, motivado por el ascenso de la República Popular China. Hasta el punto que, el creciente peso político, económico y cultural del gigante asiático le ha convertido en la única potencia capaz de rivalizar, potencialmente, con Estados Unidos. Así se demostró con la decisión del expresidente, Barack Obama de desplegar su política de Pivot to the East, distanciándose del atlantismo que había guiado las relaciones entre Europa y Estados Unidos durante la Guerra Fría.

La emergencia de China como nueva gran potencia ha tenido un efecto significativo en la política exterior de Japón. Principalmente derivada con el denominado «problema de la historia» provocado por las guerras sino-japonesas, así como las atrocidades llevadas a cabo por las fuerzas del Japón Imperial en China. Bien es cierto que, tras la derrota del Imperio Japonés, Japón quedó relegado a un segundo plano deviniendo una anomalía única en el sistema internacional. El país nipón se convirtió en una superpotencia económica pero con capacidades de política exterior limitadas y militarmente subordinada a la seguridad de Estados Unidos, manifestada en el Tratado de Cooperación y Seguridad Mutuas entre Estados Unidos y Japón de 1960.

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El ascenso y la creciente asertividad de China, junto con su incremento de influencia regional y global, contrastan con un Japón que en 1991 parecía destinado a disputarle la primacía económica mundial a Estados Unidos. Tras los acuerdos Plaza de 1985, Japón ha entrado en una crisis económica estructural que le ha dejado rezagado para competir con China, su gran rival. Actualmente, el PIB chino cuadriplica al japonés, mientras que en 2009 las cifras eran casi parejas.

Al mismo tiempo, el hecho que Corea del Norte haya devenido una potencia nuclear, junto con sus numeroso ensayos balísticos, hacen que en Tokio se esté replanteando si la doctrina Yoshida, que ha guiado al país desde la postguerra, este agotada. O, por el contrario, sea necesario abogar por una modificación que permita rearmar a Japón y superar sus limitaciones actuales en materia de defensa recogidas en el artículo nueve de su Constitución.

En este contexto de crisis endémica y estructural, se están alzando en Japón nuevos grupos de ultraderecha tales como los urykodantai (literalmente japoneses de derecha), los netto uyoko (derechistas de Internet), Zainichi Tokken o Yurusanai Shimin no Kai (Asociación de Ciudadanos contra los Privilegios Especiales de los Zainichi). Este último, por ejemplo, aboga por eliminar privilegios a la minoría coreana que vive en Japón. También subyacen sectas de ultraderecha como Nippon Kigai (Conferencia de Japón) o sectores dentro del partido gobernante, el Partido Liberal Democrático (Jimintō) vinculados con ideas de rearme que impulsaron en Japón durante la primera mitad del siglo XX.

En este sentido, se está percibiendo en el seno de la sociedad japonesa una voluntad de reinterpretar el pasado o abogar por el revisionismo histórico con objeto de minimizar en los libros de texto las atrocidades del ejército imperial japonés en Corea y China durante la Segunda Guerra Mundial.

Este contexto ofrece interrogantes relevantes como si puede ser posible que el nacionalismo que condujo a Japón a la construcción de su Imperio asiático y su posterior desmoronamiento se pueda repetir en la sociedad actual. Para ello, es necesario conocer los fundamentos en los que se desarrolló el nacionalismo desde la Restauración Meiji y cómo fue aplicado por parte de los políticos japoneses hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. 

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Los fundamentos culturales del ultranacionalismo: la restauración Meiji

La Restauración Meiji marcó el fin de la época medieval y el aislamiento (sakoku) de Japón bajo los principios del Shongunato Tokugawa, erigiéndolo como un Estado-nación moderno enmarcado bajo los nuevos principios del orden internacional derivados del sistema de Westfalia.

Desde la era Meiji, y en el contexto de las nuevas políticas desarrolladas como ejes principales del Japón Moderno bajo el Fukokyu Kyohei (ejército fuerte, nación fuerte), el término Minzoku (nación), el Wakon Wosai (ética oriental, ciencia occidental) y el Nihonjinron, la naciente nación japonesa ha adquirido un sólido marco identitario. Desde el triunfo de la Restauración Meiji, la política japonesa ha estado dominada por el nacionalismo, el cual no puede analizarse desde una única arista, pero que debido a sus múltiples aristas de origen, fue posible la formación del imperio japonés.

En primer lugar, hay que conceptualizar el término nacionalismo. Kosaku Yoshimo define el término nacionalismo como «la creencia colectiva de que una comunidad comparte un terreno común de un carácter histórico y cultural distintivo, así como la voluntad, el sentimiento y la determinación de mantener y desarrollar ese sentido de diferencia en el marco de un Estado autónomo». 

En la época en que Japón adoptó el nacionalismo, se entendió como un medio desarrollado por las elites políticas destinado a absorber la voluntad de la ciudadanía hacia un Estado orgánico, así como un marco político orientado hacia el proceso de industrialización que generalmente requiere de una población homogénea y dinámica. Las principales aristas del nacionalismo cultural japonés se basaron en los principios del nihonjinron, como la lengua y el amae (deseo humano de ser cuidado o querido mostrándose dependiente en las relaciones con los demás). Aun así, se amplificaron hacia la promoción de los símbolos nacionales como la bandera (Hinomaru), el himno nacional (Kimigayo), junto con la consolidación del emperador como divinidad (Tenno) y símbolo nacional.

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Este nacionalismo se desarrolló durante la era Meiji. El proceso de modernización nacional permitió que se hicieran cambios importantes en relación con la determinación de los japoneses. Además, esta coincidió con una época en la que dos naciones europeas como Italia y Alemania se unificaban utilizando el lenguaje y la etnicidad como elementos clave para emerger como nuevas potencias.

El nacionalismo cultural, enmarcado bajo los principios del sintoísmo que habían regido los primeros períodos de la historia japonesa y la glorificación de sus mitos, defendía la unión de todos los japoneses bajo una misma familia definiéndolos como descendientes de la familia imperial.

Las primeras muestras de nihonjinron moderno en un contexto donde Japón se consolidaba como la principal potencia asiática se produjeron durante la primera guerra chino-japonesa motivada por el control de Corea. La cesión de Taiwán marcó un nuevo elemento del emergente colonialismo japonés. Goto Shinpei, quien es considerado el padre del imperialismo japonés, comenzó a introducir un nuevo concepto llamado «colonialismo científico» basado en la observación y el estudio a través de medios estadísticos a gran escala del modo de vida para posteriormente integrar sus recursos al proyecto nacional japonés como principales objetivos del gobierno colonial japonés.

El colonialismo científico de Goto puede enmarcarse como el desarrollo de su ensayo Kokkai Eisei genri (Principios de higiene nacional), que escribió poco antes del inicio de la primera guerra sino-japonesa cuando trabajaba en el Ministerio del Interior. Allí definió la eisei (higiene) como piedra angular del Estado japonés moderno, otorgándole un papel esencial en la formación del Imperio Japonés.

Este imperialismo emergente que tuvo lugar a finales de la era Meiji marcó el primer período de la función histórica del nihonjinron. Este período se caracteriza por ser una fase positiva y abierta temporalmente enmarcada entre la primera guerra sino-japonesa de 1895 y la guerra ruso-japonesa de 1905, ambas saldadas con victoria japonesa. Los aspectos más destacados de esta primera fase se enmarcan bajo la idea de exaltar la civilización japonesa como una civilización que puede competir con las grandes potencias occidentales. Así, el discurso del nihonjinron adoptó el punto de vista occidental al recuperar puntos de vista del discurso occidental de «nosotros» contra «el otro», abarcando la región de Asia Oriental. Una visión que jugó un papel importante en el marco del concepto de colonialismo científico de Goto para justificar la expansión a Mansen, en referencia a los territorios de Manchuria y Corea o el concepto Shina para referirse a China. 

Sin embargo, a pesar de que Japón se convirtió en la primera nación asiática moderna, en el marco del Wakon Wosai, el país nipón no podía ignorar que era una potencia en el espacio que los occidentales definían como Oriente. Por ello, el discurso orientalista creado por los europeos obligó a Japón a crear su propio discurso para referirse a la situación asiática. El orientalismo japonés se basó en el establecimiento de Japón como centro de un sistema disciplinario llamado Asia, enmarcado bajo los principios de establecer un sistema político y económico bien establecido.

Esta idea podría verse reflejada en el pensamiento de Okawa basado en la idea de la existencia de una sola Asia, llamada Toyo, que la enmarcaba desde una perspectiva niponcéntrica. En su opinión, Asia no podía reducirse a un conjunto de Estados-nación, sino que debía alcanzar un modelo similar al islámico donde el concepto de Estado-nación tenía que desaparecer para dar lugar a una nueva entidad basada en la tradición japonesa así como en el liderazgo de su cultura/tradición. La creación del nuevo orientalismo presentó un problema para los japoneses, reflejado en la pregunta de Marx de que «ellos» no podían ser representados por sí mismos. Dentro de este contexto donde era imposible diferenciar su identidad individual de la asiática, se partió de la creación del concepto de «hegemonía cultural» centrado en la imposición de la cultura japonesa sobre otras culturas asiáticas como vínculo entre toda Asia en torno a su centro (Japón).

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Este deseo de distanciarse de Occidente comenzó a constituir el segundo período del Nihonjinron al caracterizarse su función histórica como defensiva y cerrada. En este período destaca la obra Fudo (El Clima) escrita por Watsuji Tetsuro donde caracteriza a Japón como un tema independiente que debe ser estudiado específicamente dejando expuestas las ideas que lo presentan como parte occidental reafirmando la modernidad japonesa como un elemento propio de la civilización.

Estos cambios tuvieron lugar en el marco de la integración japonesa en la cultura occidental, como se ve a través de la participación de Japón en la Primera Guerra Mundial contra Alemania o su posterior integración como miembro fundador de la Liga de Naciones. La crítica de Goto, en relación con las políticas seguidas durante la era Taisho, se orientó principalmente hacia una integración occidental que había llevado al olvido del verdadero ser japonés, donde las principales élites de la nación (genro) a través de su fascinación por la cultura occidental en la era Taishoconsiderada como «democracia Taisho» abandonaron la esencia del ser japonés.

La era Taisho fue representada como una nación occidentalizada en el marco de la asunción de elementos políticos propios de Occidente, como el desarrollo de instituciones democráticas occidentales, como una Asamblea Nacional o un parlamento, así como partidos políticos o el sufragio, implantados durante la Restauración Meiji. Asimismo, las nuevas alianzas de Japón con las grandes potencias occidentales, en su cooperación con Estados Unidos o el tratado de las nueve potencias entre otros, comenzaron a crear nuevas oleadas de un nacionalismo que criticaba el abandono de la «esencia nacional» asiática, los valores culturales e identitarios de la nación enmarcados en la obra de Okakura titulada «Los ideales de Oriente» publicada en 1902.

Asimismo, las contradicciones internas del país enmarcadas bajo la crisis económica de 1929 ayudaron a consolidar esta nueva visión del ultranacionalismo japonés, arraigado en los principios de la Escuela Nacional de Aprendizaje que contribuyó a la Restauración Meiji. Aun así, el nuevo nacionalismo incorporó ideas chauvinistas y de ultraderecha como el nuevo ultranacionalismo de la década del 30 practicado por la Asociación de Apoyo al Régimen Imperial (Taisei Yokusankai).

Este nuevo ultranacionalismo fue justificado y, en cierto modo, legitimado por el crack del 29, así como por la incapacidad de una elite política incapaz de aportar soluciones a la población. Este hecho creó en la población el sentimiento de que el ejército tenía que actuar como salvador de Japón, lo que benefició enormemente al ejército al imponer su propia agenda política que estaba principalmente orientada hacia el expansionismo.

El nuevo ultranacionalismo, liderado por militares, recuperó los conceptos de raza mongoloide y los Kokutarion obligaron al gobierno japonés a repensar su estrategia en relación con la política sakoku (aislacionismo) para emerger como una nueva potencia hegemónica en la región del este asiático, concepto que posteriormente, bajo el mando del general Hideki Tojo, será conocida como la Gran Esfera de la Prosperidad de Asia Oriental. Aquellas antiguas ideas conectadas con la idea de que Japón debe ser el centro de Asia fueron fundamentales a la hora de constituir el imperialismo japonés, sin embargo, anteriormente a raíz del éxito del Wakon Wosai, así como del Fukokyu Kyohei aparecieron nuevos discursos que fueron relevantes en la construcción de la hegemonía cultural de Japón en Asia. 

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La interpretación del ultranacionalismo por Hideki Tojo durante la Segunda Guerra Mundial

Este nuevo ultranacionalismo racial japonés reflejó sus ejes principales en la defensa del sistema imperial, la inviolabilidad de la política nacional, la unicidad, así como la superioridad de la raza japonesa y su historia. En esencia, reivindica la idea de Goto en relación con un nuevo orden global que coloque a Japón en el centro. Aunque inicialmente sectores de la sociedad civil como la organización Kokuhonsha (La Sociedad del Fundamento Nacional), que reivindicaban los principios únicos del sistema imperial japonés y contaban con importantes líderes políticos, fue canalizado principalmente por militares que comenzaron a organizarse como oposición a las iniciativas de desarme impulsadas por el gobierno de Taisho y que facilitaron la llegada de «la era Showa», que se caracterizó principalmente por este ultranacionalismo.

Entre los militares se encontraba Hideki Tojo, considerado como una de las figuras más relevantes durante el Imperio Japonés. Actualmente, se le considera el arquitecto intelectual de la invasión japonesa de Manchuria, así como del ataque a Pearl Harbor, acción bélica que marcó la intervención de Estados Unidos en la contienda. 

Su mentalidad, como producto de pertenecer a una familia militar, refleja el carácter que representaba el nuevo nacionalismo japonés. Para él, su vida estaba ligada a una causa llamada Imperio Japonés y a su emperador más que a su familia. Consideraba que Japón tenía que ser grande y que él debía convertirse en su servidor y no en un líder. Podría definirse a Hideki Tojo como un producto del nacionalismo cultural japonés del primer período, considerando a los japoneses como la nación que tenía los hombres más inteligentes, los guerreros más duros y un emperador que era un Dios vivo a quien todos debían servir.

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El caso de Tojo fue relevante para darle una nueva identidad al país. Incorporó elementos principalmente procedentes de Alemania dada su experiencia militar en este país. Esta experiencia, derivada de su formación, le llevó a crear un discurso nacionalista que le permitiría representar a Japón como una nación disciplinada y con una orgullosa tradición militar. Tojo suscribió todos los puntos que justifican el objetivo del expansionismo japonés y la creación del nuevo imperio.

Sin embargo, el ejército se dividió en dos grandes facciones. Por un lado, la facción Kodoha (Camino Imperial) liderada por el general Araki Sadao que propugnaba una transformación moral y espiritual que garantizara un futuro próspero y glorioso para el país. Por otro lado, la facción opositora, conocida como Toseiha (facción de la guerra total o control) daba prioridad a la modernización económica que le permitiese transformarse en un estado militar moderno. El Toseiha abogó por la guerra con China, debido a la importancia de este país para la disposición de los recursos naturales necesarios para la creación de un imperio.

Tojo se convirtió en la persona adecuada para restablecer el orden moral en el ejército y acabó con la facción contraria (los Kodoha). Estos hechos le aportaron la confianza del emperador, quien le permitió ascender en la jerarquía militar así como a la cabeza de los Kempeitai (Soldados de la Ley), la policía secreta. Desde esta organización destaca la visión del nacionalismo de Tojo enmarcado bajo el objetivo de la creación de un gran imperio japonés, así como quienes podrían oponerse al «culto al emperador» como ejes principales del nuevo imperio. Entre estos podrían destacarse movimientos de izquierda política, sindicatos o partidos y organizaciones políticos relacionados con el comunismo o el socialismo, así como el liberalismo quienes, aunque perseguidos, nunca fueron eliminados del todo. 

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Diferencias y similitudes entre la Alemania Nazi y el Japón del militar Hideki Tojo

El ascenso de Hitler al poder tuvo una gran influencia en Tojo y en la construcción del imperio, lo que se justificó basándose en la idea establecida por los nazis de lo que llamaron «Espacio Vital» (lebensraum), así como la raza aria. Estas ideas llevaron a la creencia de que Japón era una raza superior a China, lo que permitió la expansión territorial hacia Manchuria. Por tanto, el ultranacionalismo japonés consideraba que la expansión territorial estaba justificada sobre la base de la superioridad racial. Esta idea recuperó las ideas nacionalistas de Goto y Okawa en la creencia de la construcción de un panasiático con Japón en el centro. La idea de superioridad racial y de ver a los japoneses como raza superior a los chinos en el marco del nuevo ultranacionalismo, pero recuperando conceptos de la Escuela Nacional de Aprendizaje, justificaría la invasión de China como una muestra de poder y superioridad racial japonesa. 

La promesa de un imperio único asiático bajo el liderazgo de Tokio tuvo efectos importantes, ya que Tojo fue nombrado ministro de Defensa y tuvo bajo su mando al ejército más poderoso del continente. Por otro lado, provocó que Japón, aunque quería diferenciarse de Occidente, había asumido un papel claramente occidental en Asia. En esta región, todos los pueblos asiáticos constituían el concepto Oriente, un hecho que justificaba su expansión militar en el contexto de la falta de recursos naturales vitales para la industria y la necesidad de distribuir los excedentes de población japonesa en territorio japonés sobre otros territorios asiáticos, siempre bajo principios de superioridad racial. En cierto modo, no se puede decir que esta idea de superioridad racial fuera argumentada por el propio Tojo, ya que a principios de la era Showa en 1929, se publicó el número Nihon Oyobi Nihonjin, que estaba dedicado a la expansión mundial «bajo la idiosincrasia japonesa».

En el contexto del imperialismo japonés, así como del nuevo concepto de superioridad racial, hay que destacar el papel que jugó en relación con el concepto de minzhoku. En este caso, se transformó en el concepto de tenson minshoku (nación descendiente de los Dioses). Básicamente, este nuevo concepto consideraba a los japoneses étnicos como descendientes de los dioses (Kami o nichi) en contraposición a los habitantes colonizados (gaichi) que pasaron a ser considerados súbditos imperiales, consolidando la idea de supremacía racial y cultural del ultranacionalismo japonés. Este nuevo concepto de nación descendiente de los dioses llevó a Japón a la creación de su imperio asiático, pues los japoneses concebían a su nación como nación descendiente de los Dioses llevó a Japón a la creación de su Dai-tō-a Kyōeiken.

La visión imperialista de Tojo en el marco del gran objetivo del nacionalismo desde el inicio de la era Showa, desembocó en la guerra con Estados Unidos como respuesta a la oposición de Washington a permitir un imperio panasiático bajo los parámetros de hegemonía de Tokio. A diferencia de la guerra mundial librada en territorio europeo, la guerra en Japón puede enmarcarse bajo el concepto de guerra racial, motivada principalmente por la superioridad racial (raza mongoloide) y cultural japonesa, así como por el rechazo a Occidente o a las potencias occidentales quienes disponían colonias en el territorio asiático.

La guerra le sirvió de pretexto para restaurar la tradición samurái o la cultura guerrera basada en la visión samurái de que la rendición era vista como un acto deshonroso en el marco de la idea del artículo Hijōji kokumin zenshū (Ensayos en tiempos de emergencia nacional) que versa sobre la guerra entre Japón y Rusia. También defendió el culto al emperador en el marco del shiragiku (crisantemo blanco). Estas acciones se justificaron bajo la bandera del nacionalismo cultural y la superioridad racial para hacer de la brutalidad una política que fomente el odio hacia los extranjeros y aquellos considerados pueblos inferiores.

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Sin embargo, la recuperación de este concepto del código samurái adoptado por Tojo fue responsable de miles de muertes en el ejército japonés, selló el principio nacionalista por el cual tanto el emperador como el Estado eran más importantes que el individuo, siguiendo uno de los principales ejes del nihonjinron.

Más allá de las creencias de Tojo en su sueño de crear el Dai-tō-a Kyōeiken conceptualizadas en el gran Imperio japonés están los argumentos esgrimidos una vez derrotado Japón como justificación de los excesos japoneses en las colonias y la visión del imperialismo occidental. Para comprenderlo es necesario hacer una mirada retrospectiva al argumento de Edward Said, enfatizando la visión artificial de Oriente por parte de Occidente como «el otro» o «el inferior» que debía imponerse a la cultura occidental resumido por la idea de Dai-tō-a Kyōeiken.

Asumiendo la función histórica del nihonjinron, argumentada por Takeo Funabiki, el Imperio Japonés se convirtió en una potencia independiente entre Occidente y Oriente que intentó crear su propio imperio bajo el argumento del tenson minshoku así como de la raza mongoloide y, por supuesto, del Dai-tō-a Kyōeiken. La visión que Tojo dio sobre el imperialismo japonés y el papel de la superioridad racial japonesa parece ciertamente curiosa.

Para él, Occidente actuó como colonizador exigiendo que Japón actuara como libertador en el marco de haberse convertido en la única potencia asiática que había resistido la colonización japonesa. Una explicación que puede enmarcarse en su declaración para demonizar a las potencias occidentales: «a la sombra de la prosperidad de Europa y América, los pueblos de Asia Oriental y África han sido sacrificados y obligados a un estado de semicolonización. Esto indicará que el avance cultural de estos pueblos ha sido reprimido en el pasado y continúa siendo reprimido en la actualidad por una política diseñada para mantener su ignorancia». 

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Los argumentos de Tojo han sido aceptados por autores contemporáneos como Ramón Bau y Felipe Botaya quienes validan la idea de que a diferencia de los nazis o los fascistas italianos, los japoneses fueron conducidos a un Estado Defensivo o a un Estado de Consenso. Tojo escribió en Hijōji kokumin zenshū que todos los esfuerzos de la nación iban en busca de objetivos colectivos, guiados por mitos, historia y dogmas nacionales, a través de los cuales se lograba el consenso nacional.  

De hecho, en este contexto y a pesar de que se trazan similitudes entre la Alemania Nazi y el Japón Imperial se pueden establecer algunas diferencias. Define Ben Ami Shillony en su artículo Politics and culture in wartime Japan que «una observación más atenta de los años de guerra ha demostrado que Japón no era un discípulo del eje. Aunque militarmente unido a potencias totalitarias su sociedad era en numerosos aspectos más libre que las de la URSS o la China del Kuomintang que lucharon junto a las democracias».

Al mismo tiempo, a pesar de formar parte ambos del Pacto Anti Komintern, Tokio y Berlín no actuaron de manera coordinada. Por ejemplo, la firma del Pacto germano-soviético fue criticado por Tokio por reforzar a la URSS en la frontera oriental permitiéndole desplazar tropas del Ejército Rojo al Lejano Este y reforzar la disuasión contra Japón. Por el contrario, tras la derrota japonesa en la batalla de Jalin Gol y el pacto de no agresión de Tokio con Moscú, enfureció a Berlín al privar a la URSS de librar la batalla en dos frentes y permitirle reforzar sustancialmente sus fuerzas armadas en el flanco occidental.

En este contexto, Tojo acusó a los occidentales de actuar como potencias agresivas hacia Japón, como expuso en su diario de posguerra, así como en los juicios de Tokio: «creo que he cumplido con mi deber lo mejor que pude durante toda la guerra. Ahora que estoy a punto de morir, afirmo que no he cometido ningún acto del que pueda avergonzarme ante los Dioses». 

Estos hechos sitúan a Hideki Tojo como una figura contradictoria pero esencial en el marco del ultranacionalismo militar de la primera mitad de la era Showa. Ahora bien, más allá de opiniones personales hacia Tojo, no se puede negar que fue un hombre de principios y honor que parecen olvidados en la sociedad civil y militar actual. Hoy en día, podría considerarse una figura casi completamente desaparecida en Japón, representando un pensamiento nacionalista olvidado salvo contadas excepciones como Yukio Mishima, o algunos políticos de extrema derecha. Mientras, la mayor parte de la sociedad se ha olvidado gracias a la transformación del nihonjinron hacia una mentalidad más abierta y globalizada, pero que actualmente, con el período de estancamiento económico, provoca que sus ideas vuelvan a emerger canalizadas en los nuevos grupos sociales y religiosos.

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